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CARPINTERÍA PARA ARREGLAR ESPAÑA

Feliz fin de semana. La velocidad de la vida es "la velocidad de la luz", porque cada vez que aparece la luz de un nuevo día y amanece, se suceden las horas a un ritmo frenético. Da igual que estemos trabajando o estemos de vacaciones. "Tempus fugit" decían en tiempo de los romanos o del principio del cristianismo, no voy a discutir el nombre de su autor, voy a decir que la frase, además de antigua, es muy acertada.
 
En la vida de Anselmo, todo transcurrió también con mucha rapidez. Un día se encontró jugando a las canicas y al poco ya estaba terminando la "Primaria" de entonces y, sin darse cuenta, trabajando y ayudando a su padre en una carpintería, dando forma a la madera. Descubriendo que dentro de unos tablones, siempre hay partes de un precioso mueble, es cuestión de sacarlos de ahí dentro. Esta era la enseñanza de su padre y la "magia" que le transmitió.
 
En casa de Anselmo olía a viruta y a cola de esas de olor intenso que hoy no se permiten, pero que, entonces, eran las que había, para garantizar que las piezas ensambladas quedaran pegadas para la eternidad.
 
Anselmo lo dice con cierta sorna: "Antes las colas pegaban mejor. Los muebles duraban sin desmontarse, no como los de hoy. Si es que antes las cosas eran de otra forma, hasta los matrimonios se quedaban pegados para toda la vida."
 
Es sábado y camino por la avenida cercana a casa, charlando con él. A pesar de que solo quiere trabajar de lunes a viernes, los sábados lleva el móvil encima, por si alguien le llama poder tomar nota y dejarlo en "cola" para la semana próxima.
 
A Anselmo no le gusta la política y me dice que lo que ve en la calle y lo que ve en los políticos no le gusta, "...es que a nadie el gusta ceder para aunar fuerzas, pensando en el ciudadano", se queja, como se quejan casi todos.. Porque PSOE y PP suman suficientes diputados para gobernar España los próximos cuatro años. Pero eso es un sueño imposible, porque algunos han cavado una zanja entre esas dos posiciones, una enorme zanja imposible de saltar.
 
Para Anselmo la actualidad la ve en su propio trabajo. "Desde la carpintería vemos muchas cosas de las familias de hoy y, lo que veo, no me gusta nada", me dice. Efectivamente, me imagino que entra en algunas casas y comienza a ver detalles de la vida de nuestros vecinos, que dejan al descubierto cómo son "puertas adentro".
 
Anselmo me cuenta que hay casas en las que los hijos mandan más que los padres. Que los padres se esconden detrás de sus obligaciones y sus compromisos o detrás de la tecnología, para no hacer caso a una mala respuesta, a un grito, a una exigencia, de los hijos. "Y así van esos pobres chicos, creciendo en el desorden, no en la libertad. Porque sólo se crece en libertad, cuando te van ayudando a tener criterio para hacer las cosas y tomar decisiones, es decir, cuando te educan", son palabras de Anselmo "el filósofo", el que piensa sobre las cosas. Anselmo ha leído, no mucho, pero un libro cae de vez en cuando...
 
Anselmo se va al pueblo unos días. Aprovecha que es agosto y que La Virgen del quince, El Misteri D'ElxSan Roque y otras muchas celebraciones de la zona, convierten estos días en inoperativos. Así que se va coger sombra bajo los árboles, los pocos que hay en el pueblo de Corral Rubio, en el que nacieron sus padres, él no, él nació en Elche, fruto de muchas casualidades y está enamorado de esa maravillosa ciudad. 
 
Desconecta en Corral Rubio, porque allí, entre paseos por las lagunas y visitas a amigos y familiares, dejará que pasen los primeros días de los diputados en el Congreso, con esta complicada situación que se les ha quedado. También seguirá la historia del nieto de Sancho Gracia que... "Por lo que se ve, ha tenido que matar a un médico, parece que no tenía otra salida", me cuenta con esa cara que pone cuando dice alguna ironía, porque él no cree en la violencia, cree en el diálogo, así ha crecido, hablando. Anselmo cuenta que jamás se ha pelado, ni de pequeño. Echará de menos a Espinosa de los Monteros, que se ha ido de la política y ya no va a dar esos discursos que nos ofrecía cuando tomaba la palabra en las sesiones del Congreso. A Anselmo le gustaba, por el lenguaje que utilizaba, le parecía un hombre culto.
 
 Anselmo, en general, se dedicará a ver la vida pasar, disfrutando de la humilde belleza que nos ofrecen los pueblos pequeños, de calles transitadas sólo por personas, de sombras en cortas alamedas, en las que protegerse del sol y lugares donde darse  "un tiento" con los amigos, tabernas con sabor a "lo de siempre", donde los niños veraneantes entran decenas de veces a pedir un vaso de agua y el tabernero intenta acordarse de quién es hijo este chaval que se va haciendo mayor. 
 
Nos hemos parado un momento para hablar de las más de treinta mujeres que han muerto a manos de sus maridos en lo que va de año. Él, que es un "querendón" de su mujer, piensa que esas muertes son provocadas por personas anormales y que lo normal en los maridos es que se marchen si no quieren a su mujer, o que las dejen en paz si ellas no los quieren, que tenemos miles y miles de ejemplos en los que una separación o un divorcio no suponen agresión de ningún tipo, aunque al marido no le haya sentado nada bien la "nueva situación". Ambos recordamos muchos casos de la zona, en los que el divorcio sorprendió a la una o al otro, pero que  ahí andan llevándolo, porque las cosas del corazón son así, han de curarse por dentro. Así que tenemos la esperanza de que, con el tiempo, las estadísticas vayan recogiendo una minoración de esos casos extremos. En cualquier caso, ambos reconocemos que cualquier número de agresiones y muertes hace daño, una o veintiuna, da igual.
 
Anselmo se despide de mí al llegar al final de la avenida. Me da la mano. Una mano enorme, fuerte y encallecida, fruto del trabajo que hace a diario. La mía, mi mano, parece frágil y pequeña, cuando se entrelaza con la suya.
 
Vuelvo a casa recordando que mi padre también era carpintero y trabajaba la madera, pero yo no salí con esa vocación por el oficio. Nunca hablé con mi padre sobre si le había producido una decepción que yo no siguiera sus pasos... quizá le hubiera gustado tener a alguien a quien transmitir todo lo que sabía sobre trabajar la madera. En fin, es una duda imposible de resolver en mi vida.
 
Me paro en el mercado a comprar lo necesario para preparar una sopa de pescado. Utilizaré jurel, que hoy veo que hay a la venta y parece fresco. El caldo lo haré con una parte de los comprados. El sofrito con cebolla, ajo, tomate y pimiento. El resto del pescado lo pondré en crudo una vez que tenga filtrado el caldo y lo haya ligado con el sofrito. Después, terminaré el plato con un toque de hierbabuena y rodajas de pan de pueblo, entregadas al caldo en el último minuto. Un vino blanco fresco será una excelente "pareja de baile" para esta comida.
 
Ustedes, si pueden, búsquense un pueblo, lejos del mundanal ruido, que huela a campo, lleno de personas nada sofisticadas, de las que son capaces de hablar de cualquier cosa que esté pasando en el terreno, asuntos banales, que les alejen de los problemas políticos, de cuestiones de economía internacional, de guerras y similares... y celebren estar con amigos y familiares...
 
Como siempre, servidor de ustedes... Sergio Morales Parra


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